lunes, 14 de noviembre de 2011

MELANCOLIA, Lars Von Trier

Crítica por Jordi Núñez
(Aviso: contiene spoilers)


La película recoge a ritmo de Tristán e Isolda la danza de la muerte que se desarrolla entre la Tierra y el planeta Melancolía. En un prólogo donde se resumen los contrapuestos estados anímicos de las dos protagonistas mediante largos planos que muestran unas abstracciones de una belleza onírica alternadas con el baile planetario.

La relación que la película establece con la crítica de la razón pura de Nietzsche está a mis ojos más que clara. No es casualidad que la música de Richard Wagner suene durante toda la película, o incluso, las tontamente polémicas declaraciones acerca de Hitler que el director realizó en Cannes.
Después del prólogo, nos encontramos ante una primera parte en la que se nos muestra la celebración de la fastuosa y extravagante boda entre Justine (Dunst) y Michael (Alexander Skarsgard).  Desde un inicio que nos muestra como la aparentemente feliz pareja llega tarde a la ceremonia porque la limusina en la que van montados no puede pasar la curva que el camino les impone, empezamos a ver como la novia empieza a rehuir cada vez más los convencionalismos que le impone la celebración en sociedad sin motivo aparente. Éste alejamiento del personaje de Kirsten Dunst de todo lo humano y social provocado por el asco, odio y dolor que le provoca, nos hará entender su reacción ante el planeta Melancolía.
Von Trier otorga el protagonismo del apocalipsis a Claire (Charlote Gainsbourg), la otra hermana, en una segunda parte. Ésta encarna lo contrario a Justine: la adecuación, la integración en el orden presupuesto de las cosas que, cuando toca a su fin, resulta ser la primera víctima del caos. Una mujer que vive refugiada en la razón y la lógica que los humanos imponen al orden de las cosas. Orden representado por su marido, que le otorga respuestas siempre complacientes y tranquilizadoras. Cuando la colisión sea inminente, ésta razón desaparecerá, al igual que su marido termina suicidándose, y dejará a Claire totalmente abandonada y destrozada, incapaz de asumir  la inminente colisión de los planetas. La convergencia de ambos espíritus se da en el momento de hacer frente a la extinción.
Así pues, si en un principio Justine solo encontraba dolor y inadaptación (junto a la escena de la limusina está la imposibilidad de cruzar el puente a caballo cuando cabalga junto a su hermana), Claire encuentra la aparente felicidad y complacencia que le aporta el orden que impone al mundo. En cambio con la llegada de la muerte de todo, es Claire la que se ve incapaz de cruzar ese puente y aceptar su trágico destino con la pasividad, tranquilidad y curiosidad con la que Justine lo afronta, pues para ella en el mundo solo hay crueldad y no merece trascendencia alguna.
Una película que ha cautivado a un servidor y que hace gala de unas interpretaciones, fotografía, dirección y efectos especiales perfectos.   Totalmente cautivadora y de una belleza abrumadora, es para un servidor unas de las mejores (sino la mejor) películas del año. Corred a verla al cine.
Nota: 9,5/10

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